Hay quien dirá que
esto no es posible dentro del nivel de exigencia que debe haber en unos Juegos
Olímpicos. Otro dirá que fue un abuso y una burla hacía los países que no
cuentan con suficientes recursos.
Nosotros, en
Motivación y Deporte, quisimos ver el lado humano de un atleta que no se arrugó
en el escenario donde estaba. Y lo hacemos porque lo hemos vivido. Habrá quien
nos critique, quien diga que no vale la pena o que no lo lograremos. Pero
dentro de nosotros, el dar lo mejor que tenemos, es la fuerza que nos lleva
hacia adelante.
Les presentamos una
pincelada de la vida de Eric Moussambani, una leyenda del deporte mundial.
El héroe
que no sabía nadar
Eric Moussambani se hizo célebre en Sídney 2000 en la los 100 metros
libres de natación. El guineano los cubrió, con muchos apuros, en 1:52.72. La
imagen de todo el público jaleándole mientras sufría para no hundirse forma
parte de la historia reciente de los Juegos Olímpicos.
La historia de los Juegos Olímpicos está llena de
heroicidades y de grandes récords. Pero la historia de Eric Moussambani
modificó esa visión. Hizo ver que también se podía ser un héroe sin lograr un
metal, sin batir un récord, sin ser un súper atleta. Este nadador de Guinea
Ecuatorial siempre será recordado como el hombre que, en los Juegos Olímpicos
de Sídney 2000, hizo los 100 metros libres en 1:52.72, una marca el doble de
alta de la que emplean los campeones e, incluso, superior a los que nadan los
200 libres.
Moussambani siempre quiso participar en atletismo, pero el
equipo de su país ya estaba completo y la federación le dijo que había una
plaza en natación que les había destinado el Comité Olímpico Internacional
(COI), quien tenía un programa por el cual se permitía la participación a
deportistas de países en vías de desarrollo aunque no alcanzaran la mínima.
Como su ilusión era participar en unos Juegos, no se lo pensó dos veces y
aceptó a pesar de que sólo tenía ocho meses por delante para prepararse.
Pese a que su sueño se iba a cumplir, no fue un camino
fácil. Ante la falta de infraestructuras en su país, tuvo que entrenar en la
piscina de un hotel, la cual era de 25 metros, un dato importante puesto que la
primera vez que vio una piscina de 50 metros fue en los propios Juegos de
Sídney. De hecho, la vio tan enorme que pensó que era de 100 metros y que sólo
debería hacer el trayecto de ida.
Lo que él no sabía al ver aquella piscina es que iba a pasar
a la historia. Le tocó en su serie otros dos nadadores que habían llegado allí
por el mismo programa del COI. Ambos, uno de Tayikistán y otro de India,
hicieron salida falsa, por lo que quedaron descalificados. Por tanto, a
Moussambani le tocó nadar solo. Fue cuando se lanzó al agua cuando todo el
mundo pudo comprobar que estaban ante una persona que no era un profesional de
la natación. A pesar de su estilo poco ortodoxo, consiguió completar con
orgullo el primer largo. Sin embargo, el segundo se le hizo eterno. Por
momentos parecía que se ahogaba.
El público tardó en comprender lo que estaba viendo. No
asimilaban que en unos Juegos Olímpicos, donde todo era heroico y la gente
acudía preparada, pudiese haber una especie de 'antihéroe'. Una vez que lo
interiorizaron, todos se pusieron a animar a Moussambani como si fuese el
deportista del año. Con sus aplausos y sus jaleos consiguieron empujar al bueno
de Eric hasta el final.
Su actuación tuvo una repercusión mundial y se hizo tan
célebre como los que ganaban medallas. Eso le animó a seguir nadando. Se
trasladó a Barcelona, donde tenía familia y llegó a clasificarse para
Atenas'04. A pesar de haber podido bajar su marca de Sídney en más de un
minuto, al final no pudo participar porque su país no le tramitó el visado a
tiempo.
Lo volvió a intentar en Pekín, pero su momento ya había
pasado y no logró clasificarse. A pesar de todo, es considerado un ídolo en su
país y en África, siendo un modelo a seguir para muchos jóvenes que se entrenan
en ríos para poder emularle. "Los últimos 15 metros han sido muy
difíciles", aseguró tras salir de la piscina el día que se hizo célebre. Pero
no le importaba porque él había cumplido su sueño, ese tipo de sueños que sólo
te dan los Juegos Olímpicos.
Tomado de: Marca.com
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